EL ALBARRÁ
15.09.2013 19:05
El ALBARRÁ es el nombre de un yacimiento de arcilla que existe en Arjonilla, Jaén. Desde los tiempos en que los árabes nos dominaban se ha extraído material, lo que ha producido una enorme hondonada que ha sido inundada de basuras a lo largo de los años, ha servido de lugar de juego para muchas generaciones y ha servido de reunión, en su parte más baja, de las aguas residuales emitidas por este bello pueblo de cal y barro.
Actualmente, después de la elaboración de las normas subsidiarias de planeamiento urbanístico, Arjonilla es un pueblo modelo de construcción, abundando los enfoscados blanqueados y la proliferación de arcos de ladrillo visto.
Son muchos los visitantes que copian con su cámara fotográfica las elegantes fachadas que deben su firma a un gran arquitecto local: Luis Alonso Salcedo Jiménez, que nos dejó de forma imprevista, pero firmó con su impronta la categoría de este precioso pueblo jienense, blanco de cal, oro de aceite y verde olivo.
Fueron arjonilleros ilustres el eminente filósofo García Morente, el jesuita Juan del Villar, gramático del S.XV que escribió una de las primeras gramáticas de la lengua española, Antonio de Jaén, extraordinario poeta, guionista de cine y magnífico locutor, el pintor Matías Ruz, ganador en varias ocasiones del premio Año Santo, en Roma, donde residió casi la mayor parte de su vida. Actualmente vive plácidamente bajo los cuidados de su discípulo Juan Cuesta, otro importante pintor.
No olvidaremos a Marchá, pintor hiperrealista de gran proyección tanto en España como en Europa, EEUU y algunos países árabes.
Un personaje digno de citar fue Macías, conocido como "El Enamorado", trovador del medievo que fue trágicamente asesinado como consecuencia de un amor imposible.
Son célebres nuestras fiestas en honor de San Roque que tienen lugar del 14 al 18 de agosto. Se han cumplido más de cuatrocientos desde que las autoridades de aquel tiempo decidieron comprometer un voto con el santo, por el que se imponían la abstinencia el día de su onomástica, con motivo de su intervención en favor de la salud de los habitantes del lugar que habían sido presa del terrible mal, plaga de aquella fecha: la peste. Hablamos de Marzo y Abril de 1602. El cese de la enfermedad a finales de este último mes, suscita en los arjonilleros un sentimiento de gratitud hacia el Santo y realizan un Voto el 20 de Mayo por el que se comprometen a celebrar perpetuamente la onomástica de San Roque.
Es costumbre almorzar potaje de habas con berenjenas o bacalao frito el dieciséis de agosto. También ese día, como aperitivo, las autoridades ofrecen al pueblo un ponche con patatas fritas, cantándose canciones tradicionales, tipicas de un elenco cultural que se mantiene a lo largo de los años.
El voto no fue aprobado canónicamente hasta 1642 por el Cardenal D. Baltasar de Moscoso y Sandoval. La fecha de 1602 es el inicio de una devoción patronal muy enraizada, transmitida a través de las generaciones precedentes, tanto desde el poder civil como desde la iglesia local y su jerarquía diocesana. San Roque es el modelo principal de vida cristiana, de santidad, de sacrificio y de unidad entre todos los arjonilleros.
Son muchos los padres que bautizan a sus hijos e hijas con el nombre del Santo, y, hay una verdadera disputa para llevar sus andas el 16 y 17 de Agosto, cuando es procesionado, reproduciéndose cada año las muestras de fervor y devoción al Santo de Montpellier.